miércoles, 15 de julio de 2009

VIAJAR VÍA JAZZ

Estaba en un local, en uno de los de siempre, en uno de esos que poco ha cambiado su estética en los últimos diez años, un local de estos tan típico de la parte vieja de la city por los que siempre se ven las mismas caras.
Una tela grande y negra hace de cortina que impide el acceso hasta el fondo del bar, frente a ella, cuatro taburetes, y todo ello hace un escenario improvisado. La gente va cayendo por la taberna y los músicos van tomando asiento.
Las tres guitarras comienzan a tocar una melodía que me lleva directamente a Italia, cuando entra el contrabajo viajo directamente a Nueva Orleans. Fijo mi vista en el aspecto de los músicos, trajes, corbatas, tirantes y perillas que traen a la mente escenas humeantes de películas que recrean los años 20, 30…,me doy cuenta de que hace un rato que he dejado de estar en ese bar tan típico del casco viejo de la city para meterme en una atmósfera de otro tiempo que te hace moverte de pies a cabeza.
Un músico deja su guitarra y la sustituye por un micrófono que pone a la altura de sus labios perfilados por un pequeño bigote y una perilla, el repertorio que comienza a cantar me lleva mentalmente hasta Frank Sinatra, pero su traje oscuro con rayas blancas separadas me transporta hasta la misma mesa del despacho de Al Capone. Italia y Estados Unidos otra vez…y yo estaba muy, muy lejos de aquel bareto tan típico de la city.
Cada músico sacaba lo mejor de su instrumento y en sus caras se veía el esfuerzo que ello les suponía, el sudor les chorreaba por sus frentes y el cantante, metido en su papel de hombre chulesco, parecía darles órdenes con las manos para que dejaran de tocar en los momentos que él marcara, pero todavía quería exprimirles más…y los tres instrumentistas sumisos le hicieron unos coros al mandamás que provocaron los gritos de un público entusiasmado: más Jazz, más Jazz, más Jazz…