miércoles, 9 de septiembre de 2009

DIARIO DE UN VIAJE CON MI GUÍA ROSA FUCSIA DE BARCELONA

Dejo el equipaje en el lado de la bodega que me indica el amable chófer y subo al autobús.
Mi asiento es el número uno otra vez (voy a dejar de comprar los billetes con tanta antelación porque, de lo contrario, solo me arriesgo a tener a la tercera edad de acompañante, con todos mis respetos a los del terciario, claro está..).
Cuando salimos de la estación, voy aún sin acompañante, pero como queda una parada más antes de dejar la ciudad, albergo la esperanza de resolver esa incertidumbre enseguida (y es que siempre me pareció un aliciente de los viajes en solitario el saber qué desconocido/a irá a tu lado..)

En mi guía rosa fucsia de Barcelona hay un plano de la ciudad que no es muy práctico, pero es una guía tan cool…

Al llegar a la última estación, una nueva remesa de viajeros/as se dispone a subir y conforme les veo pisar los escalones de la entrada les voy observando con detenimiento, preguntándome si alguno será mi compañero/a de viaje.
Por fin sube uno que se sienta a mi lado. Es un chavalín jovencito con su cara aún marcada por el acné juvenil que va con sus cascos puestos y viste unos piratas vaqueros con un simple niqui. En definitiva, a primera vista mi compañero de viaje es un tipo de lo menos llamativo (no despierta mi interés pero por lo menos, me he librado de las monjas, los terciarios/as y los chungos/as).

En mi guía rosa fucsia de Barcelona hay un resumen sobre la evolución de la imagen que la ciudad ha mostrado de sí misma y en ella se habla de tres momentos, el anterior a los Juegos Olímpicos, el posterior a los mismos y el actual…

Me esperan siete horas de viaje que intentaré rellenar con cabezaditas, miradas distraídas al paisaje, con música de mi MP4 y con lecturas de los libros que llevo en el bolso (añadiría a esta serie la película que el señor conductor se digne a poner, pero como han colocado la pegatina de la información reglamentaria sobre las características del autobús de tal manera que me tapa la pantalla al completo, me veo obligada a renunciar a esa otra distracción..Paciencia..)

Mi guía rosa fucsia de Barcelona me hace ver que llevaba bastante tiempo estirando y estirando una imagen de la misma que, tal vez, se aproximaba más a la postolimpica..

A la mitad del viaje el autobús hace su primera parada que sirve tanto para subidas y bajadas de viajeros/as como para descanso del chófer y de los que venimos desde el punto de salida de la ruta.
Es el momento de aprovechar para ir al baño, caminar, tomarse un café, comer conguitos, hacer alguna que otra llamada telefónica y disfrutar de una nueva estación (los lugares de paso siempre resultan interesantes y más aún cuando se trata de espacios modernos en los que admirar el diseño de arquitectos de moda que tanto ansían las municipalidades..).

Mi guía rosa fucsia de Barcelona me hace saber que la playa de la Barceloneta es artificial e ipso facto entiendo las reflexiones que me quería comunicar la amiga que me dedica mi guía rosa fucsia de Barcelona sobre la naturalidad con la que acuden a la playa hoy en día los barceloneses/as.

Cuando te dispones a subir al autobús tras ese agradecido descanso, el chófer está pidiendo a los viajeros/as los billetes y tú te inquietas porque hace tiempo que te olvidaste del tuyo y no das con él, pero el conductor entre chistoso y amable te dice que solo necesita los billetes de los nuevos pasajeros/as:
-Es de los de Zaragoza de los que no me fío-dice el chofer todo majetón- (Yo pienso para mí que este conductor de Zaragoza no es y que, además, me hace añadir una anécdota más sobre conductores que alimentan mi fama de tener buen rollo con los del gremio en general..)
Cuando te sabes ya cerca de tu lugar de destino, 45 minutos pesan tanto como las 6 horas y pico de viaje que llevas entre pecho y espalda (y si a todo ello le añades un trasbordo con el que no contabas, así como un tramo extra para que el autobús estacione en el andén más lejano, las ganas de tirarte por la ventana son infinitas..).

Pero finalmente llegas a tu destino…¿o era tu punto de partida? ¿es Barcelona o es Vitoria?

Mi guía rosa fucsia de Barcelona me ha hecho ver que siempre hay que volver porque todo cambia y deja de ser como fue la primera vez.