martes, 17 de agosto de 2010

GINKANAS AEROPORTUARIAS Y EQUIPAJES

A la que suscribe le gusta viajar, no lo ha hecho todo lo que quisiera, pero alberga la esperanza de pisar toda tierra que se ponga bajo sus pies. Unas veces ha viajado acompañada y otras sola, son dos maneras diferentes de viajar, no sabría decir con cual de ellas quedarse. Cuando se viaja sola, hay una serie de cosas que una no osa hacer, cosas que, si estuviera acompañada, sí que haría; pero, cuando se viaja en compañía se pierde cierta conexión directa con el lugar visitado.


Roma es una ciudad que la menda visitó sola, pero la ciudad eterna es para visitar acompañada.


La primera cuestión de este viaje que esta viajera solitaria habría llevado mejor si estuviera acompañada es el tema de los aeropuertos, me refiero, en concreto a los grandes aeropuertos y el de Fiumiccino entra dentro de esa categoría. Ya sé que en el mundo globalizado y anglosajonizado en el que estamos, este tipo de espacios públicos suele estar siempre explicado en inglés y suele tener una organización standard, de tal manera que es relativamente fácil dar con todo lo que uno tiene que dar, sin embargo, confieso que ante la idea de verme a mí misma sola en un megaeropuerto, simplemente me da un pelín de pánico....Por no hablar de las múltiples situaciones extraordinarias relacionadas con el transporte aéreo que pueden llegar a darse y que se escapan de todo control del triste viajero y se pierden en una red de negociaciones entre compañías aéreas, etc, etc...


Un chico romano que me acompañó en el viaje de regreso de Roma, me confesó su miedo a los aterrizajes por ser, deduzco que estadística en mano, el momento en que más accidentes suelen ocurrir. Supongo que lo más normal cuando se vuela es tener este tipo de temores, pero yo en esas cosas no pienso, una vez que estoy en el avión es que he superado la ginkana aeroportuaria , así que ya estoy tranquila...
Dicen algunos psicólogos que cuando nuestros miedos son agudos, paradójicamente, acabamos facilitando que nos ocurra justo aquello que tanto temor nos da. No sé qué hay de cierto en esto, pero, a veces, pienso que no es tan extraño. No tengo experiencias que se parezcan a ese discurso psicológico, pero soy capaz de reconocerme a misma, en ocasiones, analizando lo que me rodea de una manera un tanto paranoica..., como muestra, un botón:
-Aterrizar en Roma y ver que extrañamente sacan maletas de la barriga del avioncito y pensar, "jo, qué bien, no voy a tener que esperar nada...". Pero, segundos después descubrir que, simplemente eran algunos equipajes de mano que no cabían en los compartimentos del interior del avioncito y volver a la realidad, es decir, a la de tener que esperar por tu equipaje.
Esperar, vaya que sí que esperé, pues al llegar a la terminal las maletas no salían, y no salían, y una empieza a pensar "claro, cómo iba a ser tan fácil, eso era el preludio de lo contrario, el preludio de un vete a saber cuando sacan el equipaje y a ver cómo sale..." . Y las maletas que no salen, que no salen, y los perros de la policía que no hacen más que rondarnos olisqueándonos hasta el último poro "y si mi olor les hace ladrar...?" .
Finalmente apareciron los equipajes sanos y salvos, pero mi maleta era tan común, tan común que era exactamente igual que la de dos turistas españoles de al lado, y el candado que le puse en el último momento era tan vulgar, tan vulgar que también era clavado al de los citados turistas...Menos mal que los que organizan las ginkanas aeroportuarias, también parecen tener grandes ideas como las de ponerle a cada bulto un número que coincide con el que tú tienes en tu resguardo que si no, uno de mis temores se habría hecho realidad...pero más que por mis propios pensamientos paranoicos, por mi propia vulgaridad en materia de maletas